
Se dio cuenta que si recogía guijarros ordinarios y los arrojaba en el mismo lugar porque estaban frios, podrá volver a recoger el mismo guijarro cientos de veces. Por lo tanto, cuando sentía que un guijarro estaba frío lo arrojaba al mar. Se pasó un día entero en esta tarea; sin embargo, ningún guijarro era la Piedra de Toque, pero continuó haciendo lo mismo: recogía un guijarro, frío, al mar ; recogia otro guijarro, al mar también.
Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses. Él siguió insistiendo de la mañana a la noche. Sin embargo, cierto día a media tarde, recogió un guijarro caliente con tan mala suerte , que acostumbrado a que todos los que recogía estaban fríos, lo arrojó sin darse cuenta . Había creado un hábito tan fuerte de arrojar cada guijarro al mar, que cuando al fin llegó el que tanto deseaba , también lo arrojó.
Ocurre lo mismo con la oportunidad. A menos que estemos atentos, es fácil no reconocer una oportunidad cuando se nos presenta; y es igualmente fácil , desperdiciarla.
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